Después
de 3 años intentando participar y teniendo que suspender siempre los
planes en el último momento, este año no quería desaprovechar la
oportunidad de acudir a la segunda carrera más importante de mi
comunidad; la clásica de los puertos de la Ribagorza. Sólo veo un
pequeño problema.... ¡llego con apenas 625 kms de entrenamiento en este
2012!, y eso, si juntamos los kms de bici de carretera y de BTT. Una
semana antes del evento, con las piernas aún doloridas de la maratón de
Vitoria, me doy cuenta de que quizás este sea el año en el que más
justificada esté la espantada.
Al final, como siempre, me olvido del sentido común y acudo a la
salida subido a mi querida burra. Eso si, con las prisas y el estrés, me
he olvidado de depilarme ¡argggh!. ¿Qué dirán el resto de ciclistas,
todos ya bronceados y aceitosos en sus puestos de salida?. En fin, que
salimos y empiezo a disfrutar de los primeros kms de una marcha
realmente bella, especialmente sus puertos, todos llenos de vegetación y
camuflados entre las carreteras más inhóspitas de los valles del Ésera e
Isábena. Tras pasar una gran crisis a mitad de recorrido (resuelta,
afortunadamente, en un opíparo avituallamiento), gozo como un chiquillo
subiendo Bonansa, La Espina o Fades, y especialmente en la rápida
bajada hasta Castejón de Sos. Incluso aún me quedan fuerzas para
esprintar hasta un pelotón lleno de los euskaldunes de rigor en estas
carreras que me lleva en volandas hasta Graus.
Al final, 7 horas y 30 o 40 minutos (desconozco el tiempo final),
4900 calorías quemadas, 130 pulsaciones de media y 189 kms entre pecho y
espalda... y encima contento de cómo respondieron mis peludas piernas y
por qué no decirlo, mi desentrenado periné.
Para acabar, una sóla pega. Sigo alucinando de ver como la peña tira
de forma casi sistemática todo tipo de envoltorios de geles y barritas a
las cunetas, sin importarles si pasan por parques naturales,
nacionales, ríos o pueblos. ¡Como si fueran ciclistas profesionales que
necesitan aligerar peso para ganar la carrera! (estos sólo luchan, con
suerte, por ser el 1669 en vez del 1670). A pesar de las campañas de las
organizaciones, lo sigo viendo en cada marcha cicloturista a la que
acudo, con la única excepción de La Marmotte, en los Alpes franceses. Y
si les echas la bronca (cosa con la que disfruto, la verdad), el resto
del pelotón se pone del lado del guarro en cuestión. En fin, que está
claro que en España el cerdo ibérico siempre será una especie a
proteger.
Y poco más... se despide la sección asfalto hasta la próxima embarcada (¿quizás la Quebratahuesos 2012?).
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