Integrante Sin Rumbo: Rober
Acompañante en misión de luna de miel: Irene "Callejas"
07-12 Septiembre 2012
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Hace unos días volví a buscar en youtube el vídeo de Sir Kilian Jornet en su ascenso flash al Kilimanjaro. Aunque ya lo había visto unas cuantas veces, seguramente sentado en el mismo sofá de casa, esta vez se me caía la baba con un sentimento especial, y si cabe de mayor reverencia a este portento físico. Por apenas dos segundos, me sentí humildemente identificado con él, en una secuencia donde se le ve casi en la cima avanzando de tres en tres pasos, con la mirada clavada en el suelo y el cuerpo encogido por la fatiga. Y es que precisamente del mismo modo me sentía yo en ese mismo lugar apenas hace unas semanas, aunque haciendo honor a la verdad, ambos llegamos al mismo punto de forma bien distinta, o mejor dicho, a distinta velocidad!!
Mi primer aterrizaje en el continente africano iba acompañado de una resaca de emociones tras una boda maravillosa, con una novia perfecta, unos amigos perfectos, una familia perfecta y un Balneario de Panticosa como telón de fondo que puso la guinda a un fin de semana inolvidable. Casi tenía la sensación de tener todavía la pajarita puesta mientras nuestro guía tanzano Josef formalizaba nuestro permiso para acceder al Parque Nacional del Kilimanjaro. Supongo que para cualquier amante de la montaña, encontrarse a los pies de la mayor cumbre de África es un momento especial y no exento de una pizca de tensión y nerviosismo. Al menos así nos sentíamos Irene y yo mientras revisábamos por n-ésima vez nuestras mochilas y dábamos cuenta de nuestro almuerzo. Sabedores que no se trata de una cumbre técnica, los casi 6000 m de altitud del Kilimanjaro nos producían un respeto casi reverencial, como si entrásemos en un templo o nos estuviesen presentando a una eminencia.
Habíamos escogido la ruta Machame, de 6 días / 5 noches de duración, pernocta en tienda de campaña y un trazado que rodea el macizo del Kilimanjaro brindando espectaculares vistas del Uhuru Peak desde diferentes perspectivas. Así nos habían descrito la ruta hacía más de 6 meses por internet y ahora estábamos los dos decidiendo si ponernos o no la capa de agua en la Machame Gate, mientras los porteadores pesaban y acondicionaban todo el material...muy fuerte!! Un total de 11 personas iban a formar parte de nuestra aventura, incluyendo a Josef, Asley (asistente de guía), Josef II (chef), Sebas (porteador y camarero en funciones) y 7 porteadores más que no solo hacieron posible esta experiencia inolvidable, si no que se convirtieron en héroes anónimos, dignos de admiración por su fortaleza, carácter afable y compromiso con nuestro sueño de coronar la cumbre del Uhuru Peak.
Una fina lluvia nos dió el pistoletazo de salida a la primera jornada del treking. Teníamos por delante un desnivel positivo de 1205 m para alcanzar el Machame Camp, ascendiendo a través de un bosque lluvioso, denso como una selva y donde la humedad se respiraba de forma perenne. Sendero cómodo, en continua subida y que casi anima a echar a trotar...pero esta vez tengo que adaptarme a la ley del "pole pole". Para Josef, el éxito de la ascensión se basa en adptarse a esta filosofía de paso tranquilo, disfrutando del recorrido, sin pausas prolongadas pero sin esfuerzos innecesarios, el gasto energético justo para impulsar un paso, otro paso, el siguiente y así hasta alcanzar nuestro primer campamento en un tiempo de 4h45min.
Y justo cuando llegas al campamento te das cuenta que nuestros porteadores no solo ya habían llegado con todo el material a cuestas, también había puesto nuestra tienda, habían dejado dentro nuestros sacos de dormir y petate, habían montado la tienda comedor y tenían listas un par de tazas de té con unas palomitas de maíz. Y una sonrisa que nunca les abandona. Y entonces te quitas el sombrero ante ellos y no agradeces nunca lo suficiente su labor incansable. Al rato nos vuelven a sorprender con una palangana con agua caliente, y gozamos como niños con nuestro primer aseo al estilo gatuno en montaña tanzana. Mientras anochece, aprovechamos para escudriñar un poco el campamento, con un buen número de tiendas diseminadas entre pequeños bosquetes de arbustos. Hasta disfrutamos con nuestra primera visita a una de las muchas letrinas que más tarde tendremos la oportunidad de probar a fondo. Cualquier cosa lleva la etiqueta de aventura, y mientras cenamos en la tienda común una crema de verdura y patatas cocidas con pescado, aún no podemos creernos que estemos a 3000 m, pasando nuestra primera noche rumbo a la cumbre del Kilimanjaro.
Amanecemos a las 6am, con todo el día por delante y el objetivo puesto en el Shira Camp, a 3.800 m de altitud. Tenemos que cubrir un desnivel + de 830 metros, con una mañana soleada y dejando ya atrás el bosque lluvioso. Ahora caminamos por un piso de media montaña con todavía bastante vegetación de tipo arbustiva, pero más característica de zonas áridas acostumbradas a periodos de falta de agua. El sendero sigue siendo fácil de caminar, y nos brinda nuestro primer contacto con el polvo del Kilimanjaro. El suelo volcánico y el paso de miles y miles de zapatillas y botas han convertido el sustrato en una arena finísima que parece colonizar hasta el último centímetro de piel y mucosas, haciéndola volar con cada pisada. Por primera vez, alcanzamos a ver el Uhuru Peak, muy por encima de nosotros y engalanado con un collar de nieve. Tras 5h29min alcanzamos nuestro objetivo del día. El Shira Camp está enclavado en una zona más típica de alta montaña, con unas vistgloriosas sobre una cadena montañosa alejada del macizo y que sobresale por encima de un mar de nubes.
A primera hora de la tarde, el campamento está en plena actividad, con porteadores de un lado para otro, montando tiendas o acarreando bidones con agua, y montañeros cámara en mano dudando acerca de cual de las perspectivas merece más la pena inmortalizar. Mientras nos tomamos un té, nos podemos por menos que alucinar con el hecho que estamos saboreándolo 400 m por encima de la cima del Aneto...y esto acaba de empezar!!
Tercera jornada, y primer día donde la montaña pone a prueba nuestras fuerzas y determinación. El sol de ayer ha quedado hoy disfrazado por una densa niebla que fácilmente ha causado un descenso de la temperatura de 10 ºC. Nuestro destino del día es el Barranco Camp (3.900 m), superando el collado del Lava Tower a 4.600 m de altitud. De nuevo, el paisaje ha cambiado y esta vez andamos por un terreno casi de aspecto lunar, característico de zonas volcánicas, y con una visibilidad bastante pobre. La niebla y el frio no invitan a una conversación animada, y el paso de procesión que llevamos, fieles a las indicaciones de Asley y Josef, tampoco ayuda a entrar en calor. La monotonía del trayecto tan solo se ve interrumpida por los inumerables altos en el camino para mear, y es que tanto Irene como yo estamos bebiendo agua como si se fuese a acabar. Beber es otra de las consignas, y estando tan ociosos como estamos, Irene ha tenido tiempo de hacer su propia tesis doctoral acerca de los mecanimos asociados al proceso de formación de un edema cerebral, y el papel del agua y de nuestras visitas constantes al wc. El camino no tiene pendientes importantes, aunque a mayor ritmo sería un terreno clásico de "rompepiernas". Yo distraigo mis pasos imaginando como debe ser correr por este sitio. Tanto Irene como yo cargamos con una mochila con algo de ropa extra para el día, nuestra provisión de agua y el almuerzo. Es una carga muy ligera, nada que ver con los bultos que cargan los porteadores sobre la cabeza, los hombros o la espalda, mientras avanzan a un ritmo de rally en comparación al nuestro. Pero ellos pertenecen a este sitio, y nosotros somos simples invitados. Estoy convencido que intentar emularles sería un sinónimo de fracaso garantizado, aunque nos encontramos a algún montañero que se afana en demostrar lo contrario. El collado del Lava Tower nos recibe con una vista parcial de un glaciar y un viento gélido que hace que paremos el tiempo justo para comernos el almuerzo.
Durante segundos, se abren minúsculas ventanas en la niebla que permiten a los rayos de sol entrar con un auténtico estallido de calor; solo 5 segundos son suficientes para notar un confort que nos recuerda que estamos en África, en plena temporada de bermudas y camiseta!!. Pero tan pronto las nubes y la niebla vuelven a cubrir el cielo, las sensaciones son más propias de un ambiente casi invernal de alta montaña. A pesar de lo despacible del día, tenemos buenas sensaciones. Tenemos buen apetito, Irene se nota fuerte como un roble y yo ya no puedo beber más agua, me sale por las orejas.
Todavía nos queda por delante un descenso de casi 2 horas hasta el Barranco Camp, con un enclave espectacular junto a la confluencia de dos barrancos, rodeado de una especie de palmeras prehistóricas y al pie de uno de los pasos estrella del treking. Se trata de una pared vertical de cerca de 200 metros por donde el camino serpentea hasta superar un collado y continuar en nuestro rodeo al macizo del Kilimanjaro, que descansa justo encima de nuestras cabezas. El té caliente se agradece infinito, y la cena caliente ya para que contar. Por primera vez, saco de la mochila el plumas. Pasadas las 6 de la tarde, la noche se apodera del campamento, y la tienda comunal se convierte en un auténtico oasis, con nuestro termo de agua caliente, palomitas de maíz y el diario del viaje. Antes hemos cumplido nuestra cita con la palangana de agua y el registro de firmas que debemos hacer en cada campamento por el que pasamos. También hemos hecho una incursión a las letrinas, que en este campamento son bastante bastante lujosas, habilitadas en un edificio de reciente construcción y donde todavía se respira una atmósfera aceptable. A estas alturas, yo ya he perfeccionado mi protocolo de como quedarme casi en pelotas dentro de la letrina sujetando las diferentes prendas de ropa de manera que nada se manche ni quede en contacto con el suelo, que para que contaros la pinta que tenía!!
Como casi todos los días, al caer la noche el cielo se despeja completamente y las estrellas parecen invadir hasta el último centímetro sobre nosotros. Supongo que la total ausencia de poblaciones y focos de luz artificial hace que el brillo de las estrellas resulte especialmente intenso, y aunque no perdemos oportunidad de disfrutar del momento y de la experiencia, lo cierto es que hace bastante pelete, y si a eso le unimos el hecho que nuestro chef ha preparado ternera guisada con verduras y una crema de calabaza o similar...en fin, que uno no come ternera todos los días a casi 4000 m de altura!! Cuando nos metemos en el saco, apenas paso un par de páginas de mi libro y noto que Irene ha caído como un lirón. Yo se que lo que peor lleva ella es el frío, y que la niebla de hoy no es precisamente lo que uno sueña para su luna de miel, pero cuando hoy alcanzaba el campamento levantaba los brazos con un aire triunfal, se la veía alegre como una calamar!! Para los dos está siendo una experiencia muy especial, quizás por motivos distintos, pero a la vez estamos juntos en esto. Ha sido un día largo (6h51min), con un desnivel + de 805 m y - de 630 metros...tenemos merecido el descanso.
Otro despertar a las 6am y otro té caliente para comenzar el día. Sin lugar a dudas, el treking del Kilimanjaro no tiene dificultades destacables desde un punto de vista técnico, pero la jornada de hoy nos recuerda que por encima de los 4000 metros, hay muchas maneras de hacer sentir la exigencia, aparte de la cuestión técnica. Es un día largo, muy largo, y seguimos sin gozar de un tiempo especialmente agradable, hasta tenemos un rato de lluvia que coincide con la parada del almuerzo. El ascenso de la pared vertical del Barranco Camp nos coge con las pilas cargadas y al ritmo ya grabado a fuego del pole pole parece que no hay pendiente que se nos resista. Este tramo es otro de los momentos espectaculares para alucinar con la destreza y potencia de los porteadores, avanzando casi a ritmo de km vertical por un terreno donde más de una vez se hace necesario usar las manos en algún apoyo, y encima con todo los bultos a cuestas. Al coronar el alto, disfrutamos de una vista casi infinita, con el fondo de valle y las laderas fértiles al pie del Kilimanjaro, seguidas de una planicie que se pierde en el horizonte. Es un momento mágico que compatimos con un grupo de chavales británicos que parecen venidos en viaje de fin de curso o similar; algunos de ellos llevan atuendos y gorros de pelo sinceramente llamativos para un entorno de montaña, más propios de la plaza roja de Moscú, pero sin duda parecen muy bien aclimatados porque no paran de canturrear y pegar voces. Eso o no saben muy bien donde están y lo que nos espera por delante. Desde luego, han apostado por una estrategia que difiere un mundo de nuestra actitud de ahorro energético constante. El camino es bastante más entretenido que la jornada de ayer, con una alternancia de subidas y bajadas que culminan en un descenso bastante empinado para flanquear un arroyo y ascender por su ladera opuesta hasta el Kananga Camp. Aquí vamos a gozar con nuestro primer almuerzo caliente del treking: pollo con patatas fritas!!
Y también vamos a alucinar con la experiencia del treking. Los gritos y carreras alocadas de los porteadores en el campamento de repente nos hacen pensar que alguien ha tenido un accidente. Tenemos justo delante nuestra una multitud de porteadores y no alcanzamos a ver que les llama tanto la atención, hasta que nuestro porteador Sebas nos dice que acaban de encontrar a un niño perdido junto al río que al parecer lleva extraviado 3 días...a 4000 metros!! Irene se hace hueco entre tanta gente mientras Sebas vocifera que dejen paso a la "doctor", lo que tiene efecto inmediato porque de repente tenemos un pasillo directo hasta el interior de una caseta donde descansa el chaval. Parece que tiene 10 años, aunque no aparenta más de 6 ó 7, y su cara refleja un frío y un miedo indescriptible. Por suerte, Irene rápidamente toma el control de la situación y nos quedamos más tranquilos al comprobar que no tiene ninguna herida ni parece responder a ningún dolor específico. Pero está muerto de frío, y es que va calzado con unas chanclas y vestido con una camiseta y unos pantalones cortos. Esta mañana nuestra tienda había amanecido cubierta completamente de escarcha, y es que estamos a 4000 m de altitud y este chico lleva 3 noches al raso. Es simplemente increible.
Le preparan un té, y confiamos que los guantes, calcetines y braga de cuello que le ponemos le den un mínimo de confort. Tiene también un saco de dormir a modo de manta, e incluso le ponemos una manta térmica de emergencia con tal pueda recobrar calor en el cuerpo lo antes posible. Por fortuna, todo va a quedar en un buen susto porque ya se ha dado el aviso a los ranger del parque para que lo trasladen a su pueblo. Cuando reanudamos la marcha y nos alejamos de él, la emoción es enorme y nos sentimos muy contentos por haberle podido ser de ayuda. Quizás las zapatillas de Irene que ahora calza le sirvan de recuerdo nuestro; para nosotros, su recuerdo será imborrable.
La reanudación del treking por la tarde se nos hace eterna, con un paisaje monótono, muy rocoso, que de por sí solo es indicador de altura. Seguimos sin tener el sol por compañero, y eso hace que alcancemos el campamento de Barafu con el frío metido en el cuerpo, tras superar una rampa bastante empinada, antesala de lo que nos espera. Mientras yo voy a comprobar que las letrinas están en perfecto orden, Irene intenta recomponerse, pero lleva un rato con un jodido dolor de cabeza que se ha unido al frío y molestias en el estómago. Confiamos que el té caliente de cada tarde nos apañe un poco el cuerpo, pero Irene opta por intentar dormir un rato. Yo me encuentro tranquilo, aunque el ambiente es notablemente más frío que cualquiera de los días anteriores, y por primera vez no tenemos cara de alegría. Ha sido un día largo:
Primer tramo del día: Barranco Camp - Kananga Camp. Desnivel + de 425 m y - de 385 m. Tiempo invertido 3h49min
Segundo tramo del día: Kananga Camp - Barafu Camp. Desnivel + de 645 m. Tiempo invertido 3h23min. Altitud alcanzada: 4570 m
Caída la noche, tenemos pasta caliente para cenar con una crema de verduras de primero. Irene sigue con la cabeza como un bombo y el estómago cerrado a cal y canto; apenas toca la comida. Yo me siento con hambre y ceno sin problemas, aunque me preocupa que Irene se note tan apática. Apenas prolongamos nuestro tiempo en la tienda comedor y nos metemos en los sacos. A las 12 de la madrugada ponemos rumbo a la cima, y eso significa que apenas tenemos 5 horas para descansar y conseguir dormir un rato. Pero hace frío, y ni metidos en los sacos notamos como en otros días calidez. No pegamos ni ojo. Casi llega un momento en que deseo que suene el despertador y ponernos en marcha porque parece que nada provechoso vamos a conseguir durante la espera.
Nos ponemos en marcha a la 1 de la madrugada. Irene parece que se ha recuperado de su dolor de cabeza, pero sigue teniendo el estómago como un ocho. Todo se solucionaría una hora después, cuando vomitó a plena luz de frontal sobre la escarcha del Kilimanjaro. Somos 4 puntos de luz en mitad de la montaña, y alcanzamos a ver algunas luces más ladera arriba. Han debido salir 1-2 horas antes que nosotros, y las luces se ven bastante lejanas, y sobre todo, muy altas!! Llevamos encima toda la ropa que tenemos y no nos sobra nada. No queremos saber la temperatura, pero suponemos que tranquilamente estaremos bajo cero. Yo llevo encima un par de mallas, unos pantalones de treking de verano como tercera capa, dos camisetas térmicas, un plumas y un gore-tex. La zombie maña camina sin comer ni beber cubierta por completo con un poncho...solo le falta una guadaña!!
Nos cruzamos con el primer excursionista que se da la vuelta y regresa al campamento. En un terreno empinado, hace bastante rasca y encima debemos estar ya por encima de los 5000 metros. Nos entretenemos con la salida de la luna y con las vistas abajo del valle de la ciudad de Moshi. Hacemos descansos muy cortos, y aunque seguimos con el ritmo de procesión, alcanzamos un grupo de los que veíamos a la salida en avanzadilla. Todas las caras con las que nos cruzamos resultan serias, o al menos cansadas. Ya no se escuchan risas ni conversaciones animadas, simplemente caminamos bajo las estrellas. Aunque haciendo honor a la verdad, confesaré que ese silencio mágico se vió alterado en repetidas ocasiones por mis flatulencias, y es que algo muy negro se estaba cociendo en mis entrañas!! Son cerca de 5 horas hasta que enfilamos la que creemos es la rampa final. Una pedrera donde el sendero traza un sinfín de zig-zags, pero tenemos ahora la compañía de los primeros rayos de sol del amanecer. Y aunque es el mismo sol que en Zaragoza, verlo aparecer en mitad del ascenso a cima del Kilimanjaro resulta acojonante. Y renueva las energías. Fiel a mi comportamiento en todo el treking, sigo meando como un poseso, aunque cada vez me apetece menos beber porque tenemos el agua congelada y cae en el estómago como una piedra. Irene hace un rato ha podido dar cuenta de un gel, y sigue dale que te pego detrás de los pasos de Josef. Viendo su decisión tras la vomitona de madrugada, hace rato que estoy convencido vamos a llegar a la cima, al menos ella.
Alcanzamos el Stella Point de la mano, como debe ser que para eso estamos de luna de miel. Es un collado donde confluyen varias rutas de ascenso y desde donde casi se distingue la cima del Uhuru Peak. Estamos en el borde del cráter y tan solo tenemos que seguir su contorno y ascender escasos 100 metros. Pero antes nos damos el lujo de regar el suelo del Kilimanjaro con lágrimas de esfuerzo y de emoción. Pero hay que terminar esto, y por encima de 5800 metros tampoco parece que sea una genial idea excedernos con el momento sentimental. No nos queda nada, pero se hace eterno. A Irene parece que se le han ido todas las fuerzas en el Stella Point, y prácticamente arrastra los pies. En un momento dado, veo se queda de pie con los ojos cerrados y alucino con la imagen; como no soy médico, resuelvo la situación con un cachete/bofetón con mucho amor y un grito, y parece que funciona. Ha despertado de su letargo y con ayuda de nuevo gel, alcanzamos por fin la cima del Kilimanjaro. Juraría que el día estaba despejado, y que junto a un glaciar inmenso se veía el cráter y mucho más allá, las laderas que habíamos recorrido los días anteriores, pero tengo el recuerdo borroso. Si que me acuerdo de sentarme en unas piedras y emocionarme muchísimo, pensando en mi hermano Raúl que siempre sueña con montañas como ésta, acordándome de mis padres y de como viajan a través de mis ojos, y de hasta mis adoradas rodillas que aunque a veces parezcan ponerse en huelga, me han llevado más lejos de lo que nunca hubiese soñado.
Fotos, abrazos, besos, más lágrimas y un recuerdo eterno de esta cima que acabó en el bolsillo de mi pantalón y ahora descansa en mi casa. Nos ponemos en marcha de regreso al campamento de Barafu; todo bajada, solo hay que dejarse caer, pero la montaña quiere que me lleve un recuerdo más de estas alturas, y mientras desciendo noto un dolor de cabeza in crescendo unido a lo que se por seguro es un corte de digestión. Ahora siempre me acordaré de la chocolatina que me comí en la cima del Uhuru Peak y de como la vomité 600 m abajo.
Cuando llegamos al campamento, solo queríamos dormir. Ni saludar, ni comer, ni beber, ni respirar...solo dormir. Y lo conseguimos durante un par de horas, lo justo para coger carrerilla para ponernos de nuevo en marcha para alcanzar el Mweka Camp, a 3100 m de altitud. Ya de camino, mi dolor de cabeza era historia, el buen humor volvía a tomar el control de la situación y poco a poco saboreábamos el éxito de la cima.
Cuando alcanzamos el campamento, llevábamos 13 horas andando, y 7 más desde la última noche que dormimos. Un desnivel acumulado de unos 4000 m contando sólo con la noche de cima. Estábamos rotos, pero con el subidón de adrenalina propio del éxito de cualquier aventura.
A la mañana siguiente, todos los porteadores cantaron una canción de despedida de la montaña. No tengo ni idea que decía la letra, pero sonaba bien. Y a ellos se les veía felices, volvían a casa. Nosotros no regresábamos a casa todavía, pero también cantamos. El nuestro era un adiós de esos sentidos, como cuando te despides de alguien querido a quien no vas a ver en un largo tiempo, o quizás nunca de nuevo.
Irene dice que nunca había estado tan cansada en su vida; yo digo que nunca había estado tan por encima de las nubes. Los dos decimos que nunca antes habíamos coronado el techo del continente africano.
Creía que la ascensión al Kili era más sencilla, bueno, aún no pierdo las esperanzas de subir algún día. Difícil pero emocionante. Vaya relato!!! Enhorabuena a I y R por conseguirlo!!!
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