Maratón de Paris. 7 Abril 2013. Por la Sección Asfalto (Marcos)
Dicen que la maratón empieza en el km 35. Que ese es el punto crítico en el que tu ritmo de carrera se precipita al vacío si las cosas no están yendo bien o se acelera si sobran fuerzas. La mía empezó en el 30.
Abril en París. Pocas expectativas de buen tiempo según los meteos franceses. Probablemente la salida se daría con unas temperaturas rondando los 5 grados. Este año me vuelve a acompañar Dani, iniciado en la maratón de Vitoria del año pasado, como yo, pero además se nos unen Dani R. y Javier. Correr no sé si correremos, pero está claro que la diversión está garantizada.
La idea de venir a París surgió poco después de Vitoria. Los motivos se podrían resumir en que tras sufrir en los polígonos industriales de la capital alavesa, a veces más solos que acompañados y con muchos recorridos “de ida y vuelta”, queríamos ir a una grande, que nos garantizase un recorrido ameno y con corredores para no ir descolgados en los tramos finales.
Y casi un año después… ahí estábamos. Dos días antes de la carrera ya nos pasamos a recoger el dorsal. La exposición comercial era gigantesca… como también lo eran los precios de todos sus productos. Así que tras un paseo nos volvimos a nuestro apartamento en la isla de Saint Louis con la bolsa del corredor y poco más. La salida es por cajones, así que cada dorsal está grafitado con un color y tu tiempo objetivo, de forma que desde el principio vas con corredores supuestamente de tu nivel.
Tras repasar mil veces lo que tardamos en metro desde nuestra casa a la salida de la carrera y comer pasta hasta casi aborrecerla, nos acostamos el día previo a la carrera pensando en el tiempo que haría y las cervezas que teníamos preparadas para celebrar el resultado (sea cual fuere, claro…).
40.000 personas esperaban en la salida. Afortunadamente las consignas se cuentan casi a cientos, organizadas por números de dorsal y con gran cantidad de voluntarios, lo que nos facilita la entrega de nuestras mochilas. Todo bien hasta ahora, incluido el tiempo, que nos sorprende con un sol que aún no habíamos visto en nuestra estancia en París y que elevaba la temperatura por encima de los 7 u 8 grados. Para mi gusto… ideal.
Mucho estrés inicial hasta llegar a nuestro cajón, así como para coordinar la última meadica con la salida (otro punto positivo; había urinarios portátiles por todo el área de salida). Se va dando la salida por tiempos al ritmo del locutor y la música, aunque eso si, más lento de lo que pensábamos… lo cual enoja un poco a mis compañeros, hartos de esperar que llegara el pistoletazo para el grupo más numeroso; el de las 4 horas.
¡Y por fin corriendo!. El hecho de salir en bajada y por los Campos Elíseos nos impulsa a pensar que esto es pan comido. El gentío es espectacular, tanto corriendo como de público. Los primeros kms, pasando por la rue Rivoli, el Louvre, el Ayuntamiento…., son preciosos. Hay fuerzas, ilusión y la calle está llena de grupos musicales que amenizan el recorrido (hasta 24 creo que estaban contratados).
Los kilómetros pasan tanto para mi, a ritmo de 3:30, como para Javi y los Danis, a ritmo de 4:30. Todo controlado, aunque empiezan a surgir los primeros problemas; los empujones y aglomeraciones en los avituallamientos te hacían perder el equlibrio, a pesar de que al menos había uno cada 5 kms. Por otro lado, las liebres llevaban tal estela de corredores que casi eran inalcanzables, al menos en los primeros kilómetros. En fin, a medida que flaqueasen las fuerzas las cosas se irían relajando.
En fin, que yo un poco por delante y mis colegas un poco por detrás, fuimos poco a poco cubriendo kilómetros sin parar. Como anécdota señalaría la dificultad que mucha gente tenía para, entre tanto público, hacer sus necesidades. Las imágenes que se vieron en el único túnel largo del recorrido, al abrigo de las miradas de los espectadores, fueron de todo menos bucólicas… Aunque eso si, nosotros no pasamos de aguas menores, aunque con más paradas de las previstas. Es lo que tiene correr en grupillo.
Y en esto que llegó el kilómetro 30. Un avituallamiento en el que ralenticé más de la cuenta, un par de sube-bajas a orillas del Sena y un par de estrechamientos con pequeños tapones de gente… y la cuestión es que perdí a la liebre y me empecé a sentir más pesado de lo que debería. ¿Esto no pasaba algo más tarde? pensé. En fin, tranquilidad y buenos alimentos, a ver qué sensaciones tenía en los próximos kilómetros. Afortunadamente la liebre seguía estando al alcance de mi vista.
No soy yo muy amigo de los geles, pero dada la relevancia del evento me había metido en el bolsillo del pantalón un par de ellos. En el km 32 la cosa no mejoraba, así que me tomé el segundo (el primero no pasó del km 20), por si acaso estaba con las energías en la reserva. Y llego el 35, el famoso kilómetro clave… ¡ahora empieza el maratón!, y yo sin saber muy bien si iba bien o mal.
Mantengo el ritmo… creo que estoy algo recuperado. Acelero un poco. Debo alcanzar a la liebre y luego no soltarla ni aunque me tiemblen las piernas. A todo esto estamos en el Bois de Boulogne, entrando en el recinto de Roland Garrós, según me dijeron mis compañeros, porque yo ni me di cuenta.
Alcancé a la liebre, y al olor de la meta y de nuevo con buenas sensaciones, la superé y me fui para adelante. Conseguiría acabar la maratón en menos de 3:30… ¡con lo negro que lo veía unos kilómetros antes!.
La apoteosis de la meta se ve atenuada porque no sabía en qué andaban mis compañeros. El éxito pasaba porque todos lográramos nuestros objetivos, que para eso nos habíamos metido en este lío. De Dani no dudaba porque el año pasado demostró que fuerza de voluntad le sobra, pero ¿y los otros dos?.
A la hora más o menos de mi llegada oí un grito que me sacó de dudas, ¡ahí estaban!, un poco perjudicados pero enteros y pletóricos con su medalla al cuello. Ahora si: ¡objetivo cumplido!. Teniendo en cuenta que ni Javi ni Dani R habían corrido una carrera popular en su vida empezar con la maratón de París no está mal.¡Bravo chavales!.
Y ¿qué decir de la organización?. Pues que en general muy bien, con un recorrido espectacular y bien dotado de voluntarios y avituallamientos. Las pegas vienen por el tema económico (la inscrpición es demasiado cara) y la escasez de obsequios en la bolsa del corredor. Supongo que todo no se puede tener.
EPÍLOGO: Poco después de esta maratón, Álvaro, el chaval diabético con el que casi hice todo el recorrido en Vitoria, me mando una foto de la edición de este año. ¡3h11min!. Bajar más de media hora en un año está al alcance de gente muy cabezota, ¿seguro que no eres maño?. Esta claro que no tienes límites. ¡¡Aúpa!!.
Marcos, una aclaración... con "a ritmo de 3:30" es obvio que te refieres al tiempo TOTAL de la prueba, de tu cajón, NO te refieres al tu Ritmo de trotar (3:30 /km), ya que entonces deberías ser negro... y no es el caso, que te he visto en bañador muchas veces...
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