Hay lugares en los que el otoño se manifiesta con una belleza e intensidad que casi duelen a la vista. El valle de Gistaín (o bal de Chistau) es ellos. Sin los vistosos hayedos que decoran los valles vecinos, aquí destaca es la gama de colores que tapiza cada rincón y cada ladera. La agricultura y ganadería tradicionales que siempre se han practicado aquí, han modelado el paisaje hasta convertirlo en un retablo en el que se mezclan casi todas las especies de árboles que podemos encontrar en el Pirineo. Así, en este valle multicolor encontramos los rojos de los cerezos, serbales o arces, los amarillos de los chopos, hayas y fresnos, los marrones de los helechos y robles o el verde de los pinos y abetos, siempre fieles a su carácter perenne.
La idea era subir desde Plan hasta el refugio de Viadós por la GR19, la ruta principal del valle de Gistaín. Para ello hay que dirigirse por la carretera al vecino pueblo de San Juan de Plan. Poco después de superarlo encontraremos unos paneles informativos y un desvío que en pocos metros nos llevará al Puen Pecadó, un espectacular puente de piedra desde el que, según cuenta la tradición oral, se arrojaban a los condenados. Leyendas de puenting aparte, lo que seguro es cierto es que este puente fue durante mucho tiempo el único paso entre las dos riberas del río Zinqueta en este tramo tan encañonado. Además, y por si no tuviera ya suficiente interés, está rodeado por varios tilos de gran tamaño que le prestan su sombra y añaden aún más mística al lugar.
Una vez en la pista remontaremos poco a poco el valle, siempre a la vera del río que ese día estaba espléndido tras las lluvias de la noche anterior. Llegaremos a un primer cruce en el que nos desviaremos por el camino de la izquierda, siguiendo el cartel indicativo de "ruta 4" según la señalización de la comarca del Sobrarbe, anterior a la llegada de la ZonaZero. El camino va ganando altura y con ella belleza. Dejaremos a nuestra izquierda la pista que nos llevaría al puerto de Ordiceto y finalmente llegaremos a las praderas en las que se levantan los edificios del campamento Virgen Blanca.
El refugio, la saca, el lavadero, las letrinas, la capilla... todo sigue en su sitio después de más de 60 años de historia y tras el paso de miles de niños año tras año. Y es que aquí, en Virgen Blanca del valle de Gistaín es donde muchos de nosotros aprendimos a querer a esta montaña que nos ha regalado tantos veranos inolvidables. Cada vez que vuelvo a esta pradera es como si rejuveneciera de pronto treinta años.
El refugio, la saca, el lavadero, las letrinas, la capilla... todo sigue en su sitio después de más de 60 años de historia y tras el paso de miles de niños año tras año. Y es que aquí, en Virgen Blanca del valle de Gistaín es donde muchos de nosotros aprendimos a querer a esta montaña que nos ha regalado tantos veranos inolvidables. Cada vez que vuelvo a esta pradera es como si rejuveneciera de pronto treinta años.
Las nubes, agarradas a las cimas durante toda la mañana, decidieron abrirse justo en el momento en el que yo llegué, mostrando la montaña como un regalo. El refugio estaba cerrado pero lejos de ser un problema me permitió disfrutar y fotografiar en completa soledad esta preciosa postal. La magia del lugar hace que se pare el tiempo. Pero con el sol también llegó un aire helador que en seguida rompió el hechizo y me hizo recordar que tenía que regresar.
Empieza aquí una larga subida que irá sacándonos del cañón que forma el río y nos llevará a los prados donde suelen pastar en verano las vacas de la zona. Estamos a casi 1900 metros y las vistas vuelven a cortar la respiración; Punta Suelza al oeste, Cotiella y sus peñas de las horas al sur , los pueblos abajo en el valle... todo deslumbra en este sitio.
Y por fin llegará la agradecida y rápida bajada al valle, entrando de nuevo en el bosque y pasando por la ermita de San Mamés. Abajo espera San Juan de Plan y sus vertiginosas calles por las que podemos llegar a la escollera del Zinqueta y rodar tranquilamente hasta Plan por un bonito merendero.
Poco antes de llegar veocon el rabillo del ojo como a mi espalda sale otra pista; la que me llevaría al col de Sahún y la sierra de Chía... aunque esa historia habrá que dejarla para otro otoño.
Longitud: 39,46 kms.
Desnivel positivo acumulado: 1172 metros
Dificultad técnica: Baja-media.
Dificultad física: Media-alta.
Track: pinchando aquí
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