martes, 26 de septiembre de 2017

LA PYRÉNÉENNE 4 VALLÉES 2017 (2 de Julio)

Tras varios años intentando cuadrar fechas y forma física, por fin consigo alinear los astros este verano y el día 2 de Julio me planto en Saint-Lary para correr esta dura y original marcha de los Pirineos franceses.



Y es que esta carrera, como pasa con otras muchas pruebas en Francia, tiene el aliciente de que cambia su recorrido cada año, lo cual hace que cada vez sea distinta. De hecho, la ciudad de salida es alternativamente una de las tres cabeceras de los valles de la región de Midi-Pyrénées; Saint-Lary, Argelès-Gazost y Bagnères-de-Bigorre. Este año le tocaba a la del valle de Aure, la más cercana a Aragón, cruzando por el túnel de Bielsa. Del recorrido no hay mucho que decir; en el menú estaba la Hourquette d´Ancizan, el Tourmalet, la Croix Blanche y el Aspin desde el valle de Campan. Casi nada.

Tras una noche toledana en el camping municipal de Saint Lary, con tormenta incluida y un grupo de ruidosos adolescentes fumados a escasos metros de mi tienda, me levanto a las 5:45 para que me dé tiempo a desayunar antes de la salida a las 7 am. El pelotón, aún dormido y atemorizado por un cielo muy nublado, incluía gente de toda Europa entre ellos muchos españoles de todas las comunidades. Buen ambiente para una salida lanzada hacia el primer puerto del día; la Hourquette d´Ancizan, un 1ª categoría del Tour que te regala unas vistas espectaculares del valle de Saint Lary. Tras coronar nos tenemos que abrigar, la carretera está empapada y hace un frío considerable. Además esta zona tiene un riesgo “biológico” que no se puede despreciar ya que es zona pastoral y está sembrada de vacas, caballos y hasta burros que campan a sus anchas por la carretera… y dejan unas buenas ensaimadas que con el agua se convierten en una pasta resbaladiza poco amiga de las ruedas de 23” de nuestras bicicletas.
Tiritando llego a Saint Marie de Campan, deseando con todas mis fuerzas empezar de una vez la subida del Tourmalet para entrar en calor (¡qué paradoja!).

Saint-Lary-Soulan




Hace unos años subí también esta vertiente del famoso puerto. Entonces llevaba un 25 en la piñonera y me retorcí como una sanguijuela para poder llegar arriba. Este año sin embargo, con mi flamante piñón de 29 dientes, subí muy bien, acompañado de un sol que poco a poco se iba abriendo camino. Sabía que quedaba mucho de carrera aún, pero esa sensación de subir cómodo y ágil un coloso como el Tourmalet no la iba a dejar pasar, así que sin medir excesivamente las fuerzas tiré hacia arriba adelantando corredores y marcando el ritmo de los que se me iban pegando a la rueda. Una gozada… que luego pagaría, claro.


La bajada hasta Luz-Saint-Sauveur la hicimos a toda velocidad, solo frenando un poco al atravesar Bareges, desquitándonos así del incómodo descenso que habíamos sufrido en la Hourquette. Una vez en Luz la estrategia estaba clara; tenía que enganchar algún pelotón que me llevara hasta Argeles y si podía ser, un poco más allá… esta parte era la más “pestosa” de la carrera, con carreteras bastante transitadas (no, no estaba cortado el tráfico) y toda compañía era bien recibida. Así que me uní a un grupo de ciclistas británicos que nos llevó a toda velocidad durante unos kilómetros, hasta que se hartaron de tirar de gorrones como yo y nos obligaron a pasar. Pero tras dar un par de relevos decidí descolgarme al empezar la subida a la Croix Blanque. Me sentía ya madurito y quedaba muchísimo.

Este puerto, entre Argelès y Bagnères-de-Bigorre es el de menos entidad de la prueba, pero puedo asegurar que me costó más que el Tourmalet. Necesitaba un avituallamiento y un rato de reposo o el pajarón no tendría piedad conmigo. Afortunadamente lo encontré en un pequeño pueblo en el que paré hasta que me volví a sentir con fuerzas…, aunque sabía que de allí al final me tocaría sufrir. En fin, ¿no es esa la esencia del ciclismo?.
La subida por el valle de Campan hacia el Aspin fue mi particular vía crucis. La hice solo casi todo el rato para no cebarme con el ritmo de algún grupo más fuerte que yo. A mi favor tenía dos cosas; conocía bien la subida de otras ocasiones y sobre todo… ¡tenía viento a favor!. Dios aprieta pero no ahoga, al parecer tampoco aquí en Francia.

Al llegar al área recreativa de Payolle, cuando el puerto del Aspin se pone serio, decidí seguir sin parar por miedo a no poder coger ritmo después. Sorprendentemente me sentí mejor con las rampas del 7-8%, que durante todo el ascenso anterior, mucho más tendido. Además la carretera serpentea en el bosque sin mostrarte más allá de la siguiente curva, lo cual es muy positivo cuando vas tostado; hace que tu objetivo se limite a tu campo visual. Curva tras curva, poco a poco.

Y por fin corono el puerto. Las vistas desde el collado hacen que casi te olvides de lo que has sudado. Solo me queda la técnica bajada hasta Arreau y luego subir el valle hacia Saint Lary. Y bajando estaba cuando me alcanzó otro pelotón con el que llegaría charlando tranquilamente hasta la meta. En esta ocasión era un equipo de Linares el que predominaba en el grupo. Muchos de ellos eran debutantes como yo en esta prueba y todos sabíamos que ya estaba hecha. Todo eran bromas y sonrisas… y amenazas de volver.

Longitud: 170 kms
Desnivel: casi 4000 metros
Track: https://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=19924401


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